Esta es la segunda y última parte de esta historia, puedes ver la primera aquí.
Después de tres o cuatro días en Los Ojos, nos mudamos a Rancho Nuevo. Me estaba acostumbrado a tomar baños en las aguas termales, a la quietud, la calma de vivir en el bosque, beber agua de manantial, y ver a Adam hacer yoga todas las mañanas; siempre me pasa lo mismo, los lugares nuevos me atrapan, pero se que para conocer otros, debo practicar el desarraigo.
Empacamos todas nuestras cosas como quien empaca una mudanza, y aunque solo era la comida y nuestra ropa se sintió como dejar un departamento en el que compartiste bellos momentos; limpiamos la cabaña y nos despedimos de las tres arañas que nos hicieron compañía, no sé cuántas más habrían llegado de habernos quedado más tiempo, fueron nuestras guardianas. Nos despedimos del lugar con la promesa de regresar muy pronto y ojalá con nuestras familias.
Tomamos un poco de carretera hasta una desviación que da paso a un camino de tierra con amplia ladera de pastizales “El valle de las ánimas”, después se fue mostrando la sierra y una bajada que llega al río y vuelve a subir al rancho, este rancho es muy bonito, tiene una vista de la sierra y el río, algunos de los rancheros me platicaron que han tenido avistamientos de osos y gatos monteses mientras lavan trastes, una preciosa locura.
En este rancho me ofrecí para explorar una de las dos rutas que Sarah había hecho en esa zona, era realista para mi porque serían aproximadamente 20-30 km con 300 msnm de elevación, casi la misma elevación de cuando salgo a rodar en Hermosillo, eso no significaba que esta ruta sería fácil, después de nuestra experiencia en Los Ojos sabíamos que todas las rutas son demandantes y que nos toparíamos con desmonte, ríos, algunas cascabeles y otras aventuras. Sarah me estuvo mostrando la ruta y la descargué en el navegador de mi teléfono, realmente estaba emocionada.
Dormimos dentro de una casa que pertenecía al anterior dueño, muchos cuartos vacíos y algunos catres de madera que son usuales en los pueblos y ranchos de Sonora y Chihuahua, y en los que no dormíamos desde que éramos pequeños, a Dani y a mi nos entró la nostalgia y nos pusimos a recordar nuestra infancia en los pueblos de nuestras madres. La mañana siguiente nos despertó el sonido a todo volumen de música ranchera, una grata y alegre motivación para empezar el día con toda la energía, podría decirse que Dani y yo estamos acostumbrados y es parte de nuestra cultura, pero me preocupaba un poco Sarah y Adam, en eso, Sarah sale de su «camper» con una gran sonrisa haciendo alusión a la música y preguntándonos si habíamos escuchado los gritos de los rancheros, dijo que desde las cinco de la mañana escuchó primero llantos y gritos desesperados, y luego carcajadas, nosotros no escuchamos eso hasta la mañana siguiente.
Después del desayuno empezamos a hacer nuestro trabajo, las dos rutas que exploramos ese día tenían como objetivo medir la distancia, ver la viabilidad de conexiones con las rutas de los días anteriores y comprobar la condición de los caminos. Las dos rutas comparten el mismo inicio y luego se separan, partimos los cuatro juntos, los primeros 10 km son los que me parecieron más difíciles porque prácticamente no hay camino, y atravesamos más veces de las que hubiera querido el río, los primeros cruces son divertidos, te mojas, intentas cruzarlos, te caes, te ríes y aceptas que vas a caminar cargando tu bici para intentar proteger la cadena contra el agua, pero al décimo río ya se vuelve un poco pesado. Sarah y Adam tomaron la desviación a la otra ruta, con casi la misma distancia que la nuestra solo que tres o cuatro veces más de elevación.
A Dani y a mi nos faltaban al menos tres kilómetros más para salir del río, y justo por donde marcaba la ruta había agua estancada que se veía bastante profunda, así que deshicimos rodear esa parte y eso aumentó más kilómetros de piedra grande donde es difícil rodar aún con nuestras llantas anchas, así que caminamos, en este tramo, escuchamos durante un largo trecho a aves de rapiña y otros pajaritos, mientras caminaba decidida a terminar esa aventura, una serpiente que tomaba el sol se enroscó frente a mí y empezó a sonar su cascabel, en ese momento me paralice, grité, y lentamente caminé hacia atrás, Dani estaba un poco lejos detrás de mí para escucharme, cuando empezó a desenroscarse (relajar el ataque), saqué la cámara y le grabé video, mis manos temblaban y mi corazón casi explota, no esperen buenas tomas de ese momento pero hice lo que pude para documentar, creo que al menos se podrá escuchar el sonido que hizo y cómo poco a poco se fue del camino para dejarnos seguir el nuestro.
Una vez de vuelta a la ruta y habiendo saliendo del río solo fue disfrutar por un camino ancho y de tierra compacta, con algunas pequeñas secciones de arena y algunos pequeños columpios que le daban el toque divertido, llegamos casi hasta la carretera, la ruta incluye tres kilómetros de pavimento pero como no nos gusta decidimos desmontar y atravesar el valle de las ánimas como una posibilidad de habilitarlo para completar el circuito del camino que lleva de regreso a Rancho Nuevo.
Casi al llegar al rancho escuchamos las risas de Sarah y Adam cruzando el río detrás de nosotros, llegamos justo al mismo tiempo y después de compartir nuestras experiencias explorando las rutas compartimos cena y nos fuimos a dormir. Daniel había descargado un capítulo de “la casa del dragón”, nos recostamos boca abajo en los catres para ver la serie y en eso, un alacrán decide acompañarnos, saltamos del susto y agradecimos que se mostrara visible.
Al día siguiente empacamos para irnos a nuestra siguiente aventura, nos sentíamos especialmente emocionados porque veríamos al bisonte americano . Daniel y yo perdimos la noción del tiempo, no sabíamos qué día era y la verdad es que no importaba demasiado, habíamos comprado la comida para dos semanas y nos olvidamos de las carteras hasta que volvimos a necesitarlas, ya no sabíamos en donde las habíamos dejado y eso nos recordó la tranquilidad con la que habíamos pasado los días. Llegamos a Janos, Chihuahua y fuimos directo con Rodrigo y su pareja Sabine quienes nos llevaron al Rancho El Uno, en este rancho se dedican al correcto manejo de pastizales y a la protección y reproducción del bisonte americano.
El bisonte americano es una de las especies terrestres más grandes que habita en Norte América principalmente en Canadá y Estados Unidos. Habitó también en México y fue parte fundamental de la cultura y cosmovisión de grupos indígenas. Pertenecía a las planicies de Sonora, Chihuahua y Coahuila, y se le había considerado extinto debido a la agricultura y la ganadería agresiva. Hace aproximadamente diez años se incorporó un manada de 28 ejemplares a su hábitat natural en la Reserva de la Biosfera de Janos en Chihuahua y ha sido un éxito su reproducción, ahora hay 300 bisontes gracias al trabajo y esfuerzo de muchas personas involucradas, como Nancy, Omar, Rodrigo y los trabajadores del rancho El Uno quienes son encargados de su protección y conservación.
La mañana siguiente, las actividades incluían buscar a los bisontes y luego ir a Mata Ortiz, el pueblo donde se elaboran las ollas de cerámica más bonitas que he visto. Esa mañana, Sarah, Adam, Daniel, Rodrigo, Sabine y Omar salieron en sus bicis a explorar un camino donde se podrían ver a los bisontes, después de atascarse en lodo, hicieron un poco de “hiking” y los vieron a lo lejos, también tuvieron su encuentro con una de las tres especies de cascabeles que hay en la región y la más peligrosa. Ver a los bisontes tan libres y salvajes es un espectáculo muy bonito y esperanzador, hay personas que hacen lo posible por mejorar este mundo y volverlo habitable para todos.
El grupillo volvió lleno de lodo, con sus bicicletas cafés y las caras preocupadas por los desviadores y cadenas, el lodo es un gran enemigo para las bicicletas, Rodrigo estaba sorprendido que en esa época del año los caminos aún no se secaran, en los veinte años que tiene trabajando ahí no le había tocado algo así, este año ha sido distinto para Sonora y Chihuahua, ha llovido más de lo común.
Decidimos relajarnos un poco y dar oportunidad un par de días para que se secaran. Ese día manejamos al sur para ir a Mata Ortiz, era la fiesta del pueblo, con música, venta de comida y algunos shows locales, pero llegamos tarde, los puestos ya se estaban levantando, la música había sido temprano y no había comida, llovió ese día y los locales decidieron hacer la fiesta temprano, así que nos regresamos al rancho y tomamos el día siguiente libre.
Nos habíamos llevado nuestras bicicletas gravel, parecía que la región lo ameritaba, pero con el lodo y los toritos que se incrustan en las llantas no fue tan buena idea, así que seguimos usando nuestras bicis de montaña. Fuimos a explorar otro camino, un circuito de aproximadamente 50km que rodeaba el rancho, el camino de tierra compacta y ancho era bastante rodable, excepto por los charcos de lodo que atravesamos, todos eran pedaleables hasta que llegamos a uno en el que fue imposible cruzarlo, lo intentamos, nos bajamos de las bicicletas, caminamos, hasta que los tenis estaban tan cubiertos de lodo que pesaban, no era consciente de la situación hasta que vi mi bicicleta completamente cubierta de lodo, el espacio y claridad entre mi llanta delantera y la horquilla es bastante y en esta ocasión estaba cubierta, ya no podía seguir, lo mismo pasó con la bici de todos, regresamos como pudimos para limpiarla; Daniel y yo usamos el agua que traíamos para beber y mi bandana para limpiar la cadena, afortunadamente no hubo mayor problema y pudimos pedalear de regreso al rancho.
Después de dos intentos por explorar las rutas en esta área supimos que la lluvia había detenido nuestro trabajo, esa tarde, fuimos a conocer otro camino en el carro de Rodrigo, es un camino hermoso que conecta a pueblos cercanos, con amplias vistas del valle, la reserva de la biosfera y un gran lago. Supimos que esa ruta sería excelente para una próxima visita, además nos topamos con un señor que parecía sacado de una película de vaqueros. Cada noche hacíamos un asado estilo Sonora y compartimos el mezcal tradicional de Sonora y Chihuahua, el bacanora y el sotol. Las pláticas y las risas se alargaban, los sueños se compartían y aprendimos mucho de todo el trabajo de Nancy y el rancho El Uno.
Después de pausar el trabajo en esta región, Sarah y Adam decidieron regresar al primer rancho para explorar la zona fronteriza, Daniel y yo nos quedamos un día más para ir a ver a los bisontes y poder sacarles foto lo más cerca posible.
Nancy nos llevó a donde estaban pastando y descansando, y desde arriba del carro pudimos fotografiarlos, mientras los observábamos, nos platicó que las bisontas son las que guían la manada, se encargan de la reproducción y de proveer el alimento para los demás, los bisontes machos solo se pelean entre ellos cuando están aburridos, ¿les suena familiar este comportamiento?, después de las risas, nuestro corazón quedó completo, finalmente, sentimos que cerramos este ciclo y esta aventura en la sierra, con muchos planes de continuar este proyecto, este grupillo seguimos trabajando para poder crear un espacio para el ciclismo de aventura en una de las regiones más bonitas del norte de México y el sur de Estados Unidos, crear eventos o dejar una ruta de bikepacking para la comunidad es un gran esfuerzo por derribar los muros entre esta región.
Esperamos en el futuro regresar para seguir explorando los caminos de la Sierra Madre Occidental y la Reserva de la biosfera de Janos, ya les seguiremos platicando sobre este proyecto y todas las posibilidades de invitarles en el futuro.
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3 thoughts on “Las Islas en el Cielo: explorando rutas en la sierra de Sonora y Chihuahua. Segunda parte.”